No hay ningún cambio de temática en mi blog, puesto que voy a hablar, como de costumbre, de lo de siempre: de empresa, de carrera profesional y de relaciones en el ámbito corporativo.
Y lo hago a raíz de dos casos de los que he tenido conocimiento en la última semana.
Caso A: una empresa ha perdido un jugosísimo contrato con otra por culpa de un comentario negativo de un exempleado desaconsejando sus servicios. La empresa que perdió el contrato se caracteriza por extinguir sus relaciones laborales de la peor forma posible: aquella en la que el empleado se siente engañado.
Caso B: un profesional brillante decide dar un cambio de rumbo a su carrera y comunica a su empresa que se quiere ir. Ésta responde con un «¿qué podemos hacer para retenerte?» El profesional dice que su decisión es firme, que se trata de una decisión personal que nada tiene que ver con la empresa con la que se siente agradecido. La empresa, a pesar de saber que ya no puede hacer nada por retener al trabajador le entrega unas muy generosas condiciones de salida. «Queremos que allá donde vayas sigas hablando bien de nosotros y sigas sintiendo ésta como tu casa».
¿Cuál es la diferencia entre estos dos casos? ¿Es más generosa la empresa del caso B que da un dinero que no tiene la obligación de dar a un trabajador que deja de serlo, o es sencillamente más inteligente? ¿Quién lastra sus cuentas a futuro, el que se ahorra cuanto puede en una extinción de un contrato o el que se muestra más generoso?
Nuestros ex-empleados son grandes embajadores de nuestra empresa y sus marcas. Por eso, especialmente donde haya unas rotaciones más altas, habrá que cuidar mucho en qué situación se produce la ruptura.
Estas son las pautas a tener en cuenta por parte de las empresas cuando se desligan de un trabajador:
1. Pierde el sentido de posesión: tus empleados nunca fueron tuyos. Mucho menos cuando te comunican que se van. No fuerces comentarios que trasladen que fuera hace mucho frío o que no hay vida más allá de tu empresa.
2. Si la ruptura no fue amistosa, no la escenifiques públicamente. Y nunca hagas de esa conversación una pelea.
3. No pierdas el contacto: intenta interesarte por el futuro de quien te deja. Directamente o a través de terceros; no agobies.
4. Alégrate sinceramente por sus éxitos. Y no dudes en felicitarle.
5. Recuerda los mejores momentos, los más fructíferos, de esa relación laboral (vale para la empresa y para el profesional), y recuérdalo cuando sea necesario ante quien te lo pregunte.
6. Acepta que, a pesar de tus esfuerzos, y siendo estos sinceros, no todo el mundo reacciona ni de la forma esperada ni de la mejor manera.
Y para el profesional, estas son las claves para desligarse de su compañía minimizando traumas:
1. Deja pasar el tiempo: si tu salida fue en cierto modo forzada, deja pasar el tiempo para analizar las cosas con perspectiva.
2. Libérate de la sombra de tu anterior empresa, pasa página. Las relaciones más intensas dejan ese poso del que debes liberarte cuanto antes.
3. Revierte lo negativo si lo hubo: no asimiles el fracaso en términos negativos. Extrae el aprendizaje que toda relación, por muy difícil que haya resultado, ofrece. Y de los aspectos más negativos, no olvides cuál habría sido la mejor forma de evitarlos. Asume que, en gran medida, pudo ser motivo del fracaso que la relación no se produjo en el momento adecuado de la vida de la empresa o de tu experiencia como profesional.
4. Cultiva las relaciones personales. Mantener la relación con las personas (equipo, compañeros, jefes, proveedores o clientes) por encima de las empresas en las que se coincide.
Y a partir de aquí, empresas y profesionales, pueden seguir su camino, en el peor caso sin entorpecerse y en el mejor, dejando una puerta abierta.


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