Los hábitos molan. Lo dice Robin Sharma en Triunfo. Una guía para alcanzar la plenitud (gracias a Ed. Debolsillo por hacérmelo llegar). Lo leo mientras vuelo a París y me paro a pensar en la afirmación que hace de que los hábitos marcan la diferencia entre la mediocridad y la maestría. Dice que no hacen falta muchos, bastan dos o tres realmente buenos.
Da pistas presentando algunos:
– Buscar en toda acción el nivel máximo de excelencia e integridad.
– Dar prioridad a las relaciones con las personas.
– Emplear efectivamente la adversidad para mejorar tu carrera y tu vida.
– Madrugar
– Prometer menos y entregar más (da siempre a la gente más de lo que esperaba y ganarás).
– Ser un estudioso apasionado (lee a diario, escucha programas de pensadores doctos y asiste a seminarios).
– Dedicar los primeros sesenta minutos del día a soñar, planificar o, sencillamente, hacer ejercicio para mantener un excelente nivel de vitalidad
– Buscar el equilibrio entre ser sumamente bueno en lo que haces y convertirte en un ser humano sumamente interesante y completo.

Sobre dos de ellos, haré un especial esfuerzo paraa incorporarlos a mi vida. Y añadiré escribir con más regularidad en el blog.
Y habla de lo que todos ya sabemos con una metáfora que para mí se hace especial. Dice que un buen hábito es como un roble robusto. El roble comienza como una pequeña semilla plantada en un momento concreto. Si no lo cuidas un poco cada día, tendrá una muerte rápida, pero si lo cuidas crecerá, y un día se hará tan grande que casi será imposible romperlo.
Entonces pienso que el nombre del blog -A la izquierda del roble- es hoy un poco más acertado. Y que aquel esqueje de roble que, cuando el blog cumplía 10.000 visitas, me hizo llegar el mejor champagne del mundo, sigue creciendo y haciéndose robusto.
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