Cuando tengo la oportunidad de asomarme a las predicciones que hacen los más excepcionales gurús en sus diferentes campos de referencia, tras el análisis obligado sobre las reflexiones que les llevan a tal conclusión, últimamente tengo la sensación de detectar la trampa que encierran.
Predecir el futuro, aunque sea sobre bases científicas, biológicas, evolutivas, de tendencia social o cualquier otra, sigue siendo una apuesta poco arriesgada con distintos posibles resultados:.
1. El acierto en la predicción sobre las causas previstas: diste en el clavo.
2. El acierto en la predicción sin haber concurrido las causas previstas, sino otras: acertaste de pura casualidad.
3. El error en la predicción, a pesar de haber predicho correctamente alguna o todas las causas que habrían de producir el efecto esperado: acertaste en algunas cosas, pero finalmente con un resultado inesperado.
4. El error total en la predicción de causas y consecuencias: no diste ni una.
Pero todas ellas tienen un punto en común: dan igual. Si se acierta, nadie se acordará de lo predicho. Si se yerra, nadie pedirá explicaciones al ‘gurú’.
Lo difícil es predecir el presente. Y todo esto sin comprometer nuestro futuro, dándole la oportunidad de alimentar nuestro modelo de negocio, estimulando la innovación
Y llegados a este punto, me parece que lo difícil es predecir el presente: cuántas unidades de nuestro producto o servicio vamos a vender este mes (independientemente de que en el futuro estén nano-robotizados nuestros productos), por qué vía (independientemente de los dispositivos de distribución que habrán de venir), a quién (aunque en el futuro todos seamos biónicos) y por qué.
Y todo esto sin comprometer nuestro futuro, dándole la oportunidad de alimentar nuestro modelo de negocio, estimulando la innovación. Ah, y luego pagar las nóminas, los impuestos, aguantar un jefe o un empleado complicado y conseguir ser un padre o madre dignos de su prole.
Me contaban que los profesores del IESE dedican su tiempo a partes casi iguales a la investigación, la docencia y la empresa. Esta es quizás el gran valor de la institución. Sus profesores no son gurús, son profesionales que investigan, que transmiten y comparten conocimientos y que, además, se examinan todos los días en el campo de juego de la empresa.
Prediciendo el presente, para descifrar el futuro.
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