Soy Jorge Segado. Nací a finales de 1974, en un país que atravesaba por momentos difíciles, a nivel económico, político y social. Esto me lo contaron, lo he estudiado y siempre me ha interesado, pero es algo de lo que no tengo recuerdos. Sí recuerdo mi familia por aquel entonces, como un entorno sereno y feliz. Es la imagen de lo que quiero para mis hijos.
No es más feliz quien tiene éxito, pero sí tiene más posibilidades de éxito el que es feliz. Y yo soy feliz. Personalmente, tengo una familia y unos amigos que son un regalo; aunque quizás todos ellos mal correspondidos.
Profesionalmente, ligado al mundo digital desde 1997, sigo aprendiendo y disfrutando todos los días. Trabajo para vivir, pero, si no me hiciera falta, también lo haría.
Siempre he sentido la necesidad de emprender, y es algo que hago recurrentemente. En este capítulo he cosechado pequeños éxitos y grandes fracasos. Odio la tendencia general a negar el fracaso, sin el que no hay aprendizaje.
Estoy intermitentemente ligado al mundo de la formación y colaboro en cursos y masters relacionados con la innovación y la transformación digital. También asesoro a otras instituciones y organizaciones, acompaño a profesionales y directivos e intento aportar valor como miembro del Consejo de algunas compañías.
Creo en las personas por encima de las organizaciones, y en el individuo por encima de la sociedad. Me aterra la coartada de “lo social” que el poder político exhibe con frecuencia frente a la libertad personal del individuo.
Me apasiona el lenguaje, nuestro idioma -el español-, las tertulias y las discusiones. Investigo sobre la comunicación, la geografía de la influencia, las claves de la transformación, la gestión del talento y todas las cuestiones que tienen que ver con el liderazgo desde todos los ángulos. Además, creo que hay vida después de la muerte, pero también antes, obviedad ésta de la que a menudo nos olvidamos.
Defiendo la inocencia y la pasión como modos de vida. Creo que la acción humana sólo puede tener tres vectores: la verdad, la belleza y la bondad. Fuera de ellos, ningún acto nos trasciende, y lo que no nos trasciende, se agota en sí mismo.
Espero dejar un mundo mejor que el que he encontrado y haber tenido algo que ver en ello. Por ese orden.
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