Diplomatic entrepreneurship

Como el ejercicio interesante es el de detectar señales e interpretarlas, hoy me fijo en el término diplomatic entrepreneurship. El término no es nuevo pero ahora tiene su interés.

El diplomatic entrepreneurship se basa en el soft power y la marca país, y los combina con el potencial de nuevas empresas de éxito para generar un crecimiento exponencial en la creación de empleo y los niveles de vida en el país receptor.

En su newsletter, Shaun Riordan, ex diplomático británico, habla –a propósito del eventual acuerdo de alto el fuego entre Israel y Hamás– del papel del diplomatic entrepreneurship por el que un país se crea un nicho geopolítico que le permite generar influencia diplomática mucho más allá de lo que su tamaño o su situación geopolítica puedan parecer justificar.

¿Por qué nos interesa?

Por aquello que hemos hablado tantas veces: la liminalidad, que es donde sucede la magia. Ese punto de fricción entre dos o más disciplinas, ahí donde tiene sentido explorar porque se concentran, como en los choques de placas tectónicas, grandes cantidades de energía.

¿A qué nos recuerda?

Al Corporate Venturing, ese emprendimiento híbrido en el que se combinan las ventajas de una gran empresa, con la innovación y motivación de una startup.

Prosigue Riordan: “Qatar es el lugar donde puedes comunicarte con los chicos malos islámicos. (…) Si Qatar no existiera, habría que inventarlo.”

Pues habrá que pensar qué piezas que no existen tenemos que inventarnos en nuestras organizaciones. Copiando otras disciplinas. Con otras estructuras. Con otros actores. Aprovechando una posición low profile.

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